La mujer que vino de las sombras
Por: Emilio Gutiérrez Yance
En el Caribe colombiano existen mitos, leyendas que viajan de boca en boca, y se riega como verdolaga en playa y como dice el dicho “pueblo chiquito, infierno grande”.
Tal es el caso del barrio Abajo, en el corregimiento Los Piñones del municipio de Mompox. Entre los años 2019 y 2020, comenzó a circular cierta historia que aún eriza la piel de quienes la relatan. Las noches, antes calmadas, tranquilas y serenas, bañadas por la luz plateada de la luna, se llenaron de un misterio que pocos lograron olvidar. Todo empezó una tarde de abril en plena Semana Santa, cuando un grupo de vecinos se reunió en la esquina de la tienda del «Mono». A la luz tenue del anochecer, mientras el calor cedía al frescor de la noche, pasaban el tiempo entre risas y juegos de cartas. Nadie imaginaba que esa noche presenciarían algo que les cambiaría la vida.
Entre los jugadores estaban Rosa, María, Gladys y la Negra, quienes aseguran haber visto a la aparición. Detrás del Caño, entre las sombras de los árboles, surgió una mujer de belleza extraordinaria. Su vestido negro de tela satinada brillaba como si atrapara la última claridad del día. Con una piel pálida y un cabello negro que le caía hasta la cintura, su figura parecía surgir de otro mundo.
A partir de esa noche, la vida de los testigos no volvió a ser la misma. Rosa, que antes salía cada noche a la tienda del Mono, comenzó a encerrarse temprano en casa. Gladys evitaba pasar por la cancha y cada ruido inesperado le aceleraba el pulso, reviviendo el escalofrío de aquella aparición. En las noches más silenciosas, hasta los perros parecían presentir algo, fijaban sus miradas temerosas e inquietas hacia los matorrales. Aunque nadie quería admitirlo, todos cambiaron su rutina y miraban con recelo las calles del barrio, pues imaginaban que la figura de la mujer reaparecería en cualquier esquina.
Pocas semanas después, Remberto, un hombre del barrio Arriba, tuvo su propio encuentro con la extraña mujer. Eran cerca de las dos de la mañana cuando, tras acompañar a Rosa a su casa, regresaba por las solitarias y polvorientas calles del barrio El Rodeo. El viento frío de la madrugada cortaba su piel, pero nada le preparó para lo que estaba a punto de vivir. De repente, la misma mujer apareció ante él, como salida de la nada. Con el vestido negro y su figura etérea, parecía más un espectro que un ser humano.
Remberto, desconcertado por su belleza, le preguntó qué hacía a esas horas deambulando por el barrio. La mujer, con una voz suave pero distante, le respondió que vivía cerca. Sin pensar en lo extraño de la situación, Remberto le ofreció acompañarla. A medida que caminaban juntos, le hacía preguntas: ¿Por qué nunca la había visto antes? ¿Dónde vivía exactamente? Pero las respuestas eran vagas, casi inexistentes.
Cuando llegaron a una esquina, Remberto giró un instante para indicarle el camino, y en ese segundo, ella desapareció. No hubo una despedida, ni una sombra que sugiriera que alguna vez estuvo ahí. Solo el vacío y el terror que se instalaba lentamente en su pecho. Temblando y lleno de pánico, corrió de vuelta a su casa, con la sensación de que algo muy oscuro acababa de rozar su vida. Al llegar, fue incapaz de hablar, las palabras se ahogaban en su garganta.
Desde entonces, el fantasma de la mujer de vestido negro ha sido motivo de conversación en el barrio Abajo. Ninguno de los testigos ha podido olvidar su rostro, su figura etérea y, sobre todo, el frío que la acompañaba. Nadie sabe quién es, de dónde vino o por qué eligió esas calles para aparecerse. Algunos sugieren que podría ser el alma en pena de una mujer que falleció trágicamente, mientras que otros prefieren no hablar demasiado de ella, temerosos de volver a verla.
Hoy, el misterio sigue tan vivo como aquella primera noche. Los vecinos que estuvieron allí aún aseguran que lo que vieron fue real, y aunque el tiempo ha pasado, la sensación de inquietud y el miedo se mantienen presentes en cada esquina oscura del barrio Abajo. Nadie quiere encontrarse con esa mujer de ojos vacíos, que camina sola y desaparece entre las sombras de la noche.