Las víctimas y la Policía en un país que busca sanar


“La humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no violencia».— Mahatma Gandhi
Por: Emilio Gutiérrez Yance
Corría la una de la tarde del 9 de abril de 1948. En la carrera séptima con avenida Jiménez, en el centro de Bogotá, tres disparos rompieron el aire denso de una ciudad que hervía por dentro. El cuerpo de Jorge Eliécer Gaitán, líder liberal y voz de los desposeídos, se desplomó en la acera. Había salido un momento de su oficina, como quien camina hacia el destino. El asesino, Juan Roa Sierra, fue detenido a pocas cuadras, pero la multitud enfurecida lo linchó antes de que hablara. Aquel crimen encendió la mecha.
Bogotá ardió durante tres días. El cielo se cubrió de humo. Se quemaron edificios, se levantaron barricadas, se oyeron disparos. El “Bogotazo” no solo fue una explosión de rabia: fue también el anuncio de una violencia que dejaría heridas profundas y abiertas durante décadas. Aquella tarde de abril, el país perdió más que a un líder: perdió una esperanza de justicia social que apenas brotaba.
Setenta y seis años después, el eco de esos disparos aún no se apaga. Pero hoy, 9 de abril, Colombia se detiene para abrazar la memoria, no desde la rabia, sino desde el respeto. Hoy se conmemora el Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas del Conflicto Armado, creado por la Ley 1448 de 2011, como un acto de reconocimiento y dignificación para más de nueve millones de colombianos que han sufrido directamente los impactos del conflicto.
En San Juan Nepomuceno, corazón de los Montes de María, el viento trae consigo el eco de antiguos silencios. La tierra recuerda, y la comunidad también. Hoy, en este lugar de historia profunda, autoridades locales, víctimas, líderes sociales y habitantes del territorio se congregan para escuchar, caminar juntos y fortalecer la esperanza. En esta conmemoración, la Policía Nacional cumple un papel activo. No se limita a custodiar ni observar: propone, organiza y acompaña desde el respeto.
Las actividades simbólicas preparadas para hoy en esta región y en otros municipios del Sur de Bolívar tienen como eje la verdad, la memoria y la vida. A través de estos encuentros, se busca no solo recordar, sino también generar espacios de diálogo, reparación integral y construcción de paz desde las raíces del territorio. La voz de las víctimas es la guía, el centro, el punto de partida.
Los relatos no se repiten: se siembran. La memoria no se administra: se cultiva. Cada acto de hoy es un gesto de vida, una afirmación de humanidad y una muestra de que Colombia no ha renunciado a su derecho de sanar. La Ley 1448 no solo establece la conmemoración en su artículo 142; también recuerda, en el artículo 143, que el Estado tiene el deber de conservar la memoria como parte de la reparación, de la verdad, y de la garantía de que el horror no se repita.
La Policía Nacional impulsa este proceso con el corazón abierto. Muchos de sus hombres y mujeres también han sido víctimas. Otros han compartido el dolor de las comunidades en las que sirven. Por eso, su participación hoy tiene un sentido profundo: el de acompañar con empatía, el de construir desde adentro, el de escuchar y reconocer.
El país sigue caminando. No olvida. En cada historia que hoy se cuenta, hay una semilla de dignidad. En cada nombre pronunciado, un llamado a la justicia. En cada flor que se entrega, una apuesta por la vida.
Porque recordar es dignificar.
Porque recordar es construir un país donde la vida sea sagrada.
Porque recordar es amar sin miedo.
Las víctimas no están solas. Su palabra resuena en las plazas, en los murales, en las canciones y en las voces nuevas que crecen bajo el sol de abril. Hoy no se conmemora una fecha cualquiera: se abraza una verdad profunda que el país no puede ni debe ignorar.
Desde la Policía Nacional, el mensaje es claro: la memoria dignifica, la verdad transforma y la empatía une. Solo desde ahí será posible una paz que no se limite a firmar papeles, sino que se construya en cada rincón del país, con el rostro y la voz de quienes han vivido el conflicto.
Hoy florece la esperanza.
Hoy se abraza la historia.
Hoy se mira de frente el dolor y se transforma en fuerza.